LA OBRA
Angelina Beloff (San Petersburgo 1879-México 1969)
encuentra a Diego Rivera en el París de principios de siglo.
Esta mujer, que quiere ser pintora como muchos otros,
se vuelve la primera esposa del más tarde famoso mexicano. Viven en el París efervescente de Picasso, Gris, Modigliani. Buscando
encontrar su PINTURA, compartirán el hambre, la miseria, la enfermedad, el frío, la guerra… y las múltiples aventuras
de Diego. Tienen un hijo que muere muy joven. Diego no soporta y regresa a su tierra. Angelina, Quiela, se queda en París,
esperando que su marido le envíe el dinero necesario para que ella lo alcance en México. Diego no volverá nunca.
Años más tarde, Angelina logra viajar a México,
invitada por los Estridentistas. Encuentra a Diego en Bellas Artes. Él no la reconoce.
Querido
Diego, te abraza Quiela de Elena Poniatowska es un relato epistolar, donde la autora imagina las cartas que la pintora rusa envía
sin cesar a Rivera. Cartas enviadas al vacío, pues ninguna será respondida.}
LA ESTÉTICA
Interés fundamental de Tequioméxico es la difusión
de la cultura mexicana sobre la escena francesa. En esta ocasión el turno toca a Elena Poniatowska (Tequioméxico ha trabajado
ya autores como Juan Rulfo –en el marco del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicanas-, Rosario Castellanos y Sor Juana Inés de la Cruz).
Este proyecto de adaptación y puesta en escena se fundamenta sobre dos ejes: el duelo amoroso y el proceso de
emancipación y empoderamiento de la mujer. La historia de Angelina Beloff es el relato de una caída hacia la soledad. Al fondo
del abismo, Angelina, QUiela, escribe un río de letras sin respuesta, ahogada por la indiferencia de aquel a quien ama. Pero
al fondo de la decepción amorosa emerge la posibilidad de la toma de consciencia. Atravesar el duelo detona un movimiento
hacia la vida. Quiela toma su vida en sus manos y logra cumplir con su sueño primero: ser artista en el dinámico y solar México
posrevolucionario. Es aquí, y trabajando como ilustradora de libros de los Talleres Gráficos de la Nación, que ella encuentra
la libertad, el reconquistarse a sí misma.
La travesía de la decepción amorosa hacia la emancipación sostiene la estructura del texto de Poniatowska
y de nuestro proyecto teatral. Respetando el género epistolar, la obra está compuesta por doce cartas y un epílogo; estructurándose así un monólogo activo: doce cartas que son doce estaciones de la pasión del
desamor.
La puesta en escena está construída sobre
esta poética de la subjetividad, en el espacio íntimo de la protagonista: sus pensamientos, sus emociones, sus sensaciones.
La habitación está sugerida, ni muros ni puertas. Un solo elemento físico nos abre al afuera: el abrigo de Diego, colgado
siempre de un perchero. Este es el único muro construido en el espacio teatral, único muro que Quiela va a romper durante
la representación. Ausencia omnipresente. El mundo, el de afuera, irrumpe en el espacio, a través del juego de luz, la actriz y el sonido: la escenofonía nos trae paisajes y música. Un ambiente
sonoro que viene desde la natal Madre Rusia, que aterriza en el París Eterno de los Artistas de Ensueño y que se proyecta,
esperanzador, hacia un México que en ese entonces y paulatinamente iba a convertirse en Tierra Prometida para tantos y tantos
artistas que van a nutrir la intelligentsia nacional (¡ay, Federico, por qué te
moriste?). La luz atraviesa y delimita el espacio, desde el helado París hasta la llegada a la entonces, Alfonsina, Región
más Transparente. La iluminación se inspira en el barroco, claroscuros que sugieren antes que construyen, espacios asfixiantes,
estrechos y definidos. El dispositivo escénico está diseñado para poner en valor
el trabajo actoral de Lauría, trabajo cálido, carnal, apasionado, cuerpo que
lucha contra la nieve, los cielos nublados y la soledad. Creemos que, al cabo, los eslavos y los mexicanos no somos tan lejanos
en temperamento. ¿Cómo si no se sentiría tan a gusto Quiela en México? Una actuación cálida, tan conocida en Latinoamérica,
pero cincelada en una estructura rígida, un control del cuerpo cercano a la danza. El estilo de Lauría se sostiene en un trabajo
riguroso del texto, siguiendo la influencia francesa que ella ha recibido después de diez años en París. Teatro mestizo, encuentro
y mezcla consciente de tradiciones actorales, donde los primeros sorprendidos son los miembros del equipo creativo.
La música será la piedra de toque de la puesta
en escena. Dará ritmo a la representación y sostendrá las transiciones entre cada letra, viajaremos por Ochy Chiorne, la chanson réaliste de la tristísima Fréhel y le daremos chance a alguna Paloma Negra,
no necesariamente estridente, que estridentes serán sólo las referencias a Maples Arce y Liszt Arzubide, los buenos amigos
de Quiela.